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Frederick George Abberline, nació el 8 de enero de 1843 en Blandford
Forum, Dorset, Inglaterra,
y falleció el 10 de diciembre de 1929. Fue el inspector
jefe de la Policía Metropolitana de Londres y
una importante figura policial en la investigación de los asesinatos de Jack el Destripador, en ese oscuro y
fatídico año de 1888.
Carrera policial
Frederick fue un relojero hasta
que abandonó su casa para irse a Londres, donde se
alistó en la policía metropolitana el 5 de enero de 1863, siendo destinado
a la División N (Islington) con el número de autorización 43519. El condestable Abberline
impresionó tanto a sus superiores que ellos le promocionaron a sargento dos
años después, el 19 de agosto de 1865. En su promoción
se le trasladó a la División Y (en Highgate). En 1867 investigó
actividades fenianas como
policía de paisano. Su
ascenso a inspector se produjo el 10 de marzo de1873, y tres días
después, el 13 de marzo, fue trasladado a la División H (en Whitechapel).
El 8
de abril de 1878 fue nombrado como inspector local a cargo del
Departamento de Investigación Criminal de la División H.
Posteriormente, el 26 de
febrero de 1887, Abberline fue trasladado a la División A (en Whitehall) y,
después, a la División CO (Central Office) de Scotland
Yard, el 19 de noviembre de1887, donde fue
ascendido a Inspector de primera clase el 9 de
febrero de 1888 e Inspector Jefe el 22
de diciembre de 1890. Tras el asesinato de Mary
Ann Nichols el 31 de agosto de 1888, Abberline fue
enviado a Whitechapel debido a su experiencia en el área, y
allí fue puesto al mando de varios detectives que investigaron los crímenes del Destipador.
Entre la lista de sospechosos en el caso de Jack el Destripador, el principal según
Abberline fue George Chapman.
Posteriormente, Frederick Abberline se involucró en 1889 en
la investigación del Escándalo de la calle Cleveland. Y
el 8 de febrero de 1892, se retiró habiendo obtenido 84 conmemoraciones y
premios.
La opinión general que se tiene sobre este policía
victoriano sin duda en general es muy positiva. Por su labor en el caso de Jack
el Destripador, fue reputado principal rival del mutilador del East End londinense, y destacando sus dotes se
señaló que: ”la posteridad lo elevó al sitial de figura romántica, algo
así como el idealista que enfrentó al mal encarnado en la postura del malévolo
asesino que persiguió, así como a las poderosas fuerzas ocultas que lo
protegían”.
Y atento a otra descripción, “Frederick George
Abberline era un hombre modesto, afable y honrado, tan fiable como los relojes
que reparaba antes de ingresar en la Policía Metropolitana en 1863. Durante sus
treinta años de servicio ganó ochenta menciones de honor y premios de jueces, de
magistrados y del propio Jefe de la policía”.
Sin embargo, al respetado Inspector no le faltaron
detractores. En tiempos recientes se llegó al extremo de barajarse la
posibilidad que este hombre –en una suerte de desdoblamiento de su personalidad al
estilo del Dr. Jekyll y Mr Hyde– no
fuera otro sino el mísmísimo Jack el Destripador.
Sospechas sobre su persona
Las iniciales suspicacias que en obras
literarias despertó el inspector Frederick George Abberline, datan del
libro titulado Jack the Ripper: The final solution del
autor Stephen Knight, y publicado en 1976. En ese ensayo
no se postulaba al detective para ocupar el cargo de asesino de Whitechapel, pero por primera vez
se echaban sombras sobre su persona, al estimarse que ofició de encubridor en
aquellos homicidios. Peor aún: se sugería allí que cayó en la corrupción y
aceptó ser sobornado a fin de mantener la boca cerrada, pese a haber
“descubierto” que Jack the Ripper no era otro más que el eminente médico
imperial Dr. William Withey Gull.
El citado libro sigue la línea de las teorías conspirativas,
y en él se sugiere que las atroces fechorías de 1888 tuvieron por propósito
eliminar ritualmente a prostitutas conjuradas contra la monarquía. Según se
propone en esta versión, el jerarca policial no intergró el grupo de ejecutores
materiales, pero sí asumió el rol de encubridor a cambio de prebendas. Una
buena remuneración monetaria que Scotland
Yard le brindó cuando el policía pasó a retiro, es visto por Stephen
Knight como excesivamente cuantiosa. A partir de ese dato, arguye –muy
arriesgadamente y sin pruebas concretas– que el auténtico motivo por el cual le
concedieron aquel premio no fincó en recompensar sus largos años de servicio
profesional, sino en comprar su silencio.
En la novela gráfica From Hell, con
guión de Alan Moore y dibujos de Eddie Campbel, nuevamente
Abberline es presentado como un afanoso detective que al principio actúa de
buena fe y hace todo lo posible por resolver el sangriento enigma, pero que
finalmente, por debilidad y miedo, permitirá ser sobornado y no denunciará al
perpetrador ni a sus aristocráticos cómplices. Fue necesario aguardar hasta el
año 2010 para que surgiese el pionero estudio donde el famoso pesquisa
británico resultó nominado de ser el homicida serial del otoño de terror. Su
postulación se debió al ensayo de la médico
forense y grafóloga Mónica Laura Arra, sencillamente
rotulado: “Jack el Destripador” (Ediciones Dos y Una, Buenos Aires,
Argentina, primera edición año 2010). La
autora allí efectúa el análisis grafológico del diario personal escrito por
Abberline, y lo coteja con la caligrafía expuesta en misivas tradicionalmente
atribuidas al asesino, como por ejemplo la encabezada “Querido Jefe” fechada 25 de septiembre de
1888, así como la postal conocida como “Jacky el Descarado”, y la célebre misiva “Desde
el Infierno”. Apoya sus sospechas, además, en correspondencia no tan
notoria, donde el emisor se jactaba de pertenecer a la policía y amenazaba a
testigos de los crímenes con matarlos si seguían aportando información a las
autoridades.
Una segunda acusación involucrando a Frederick Abberline
estuvo a cargo de un autor español en su libro "Jack el Destripador:
El asesino más inteligente de la historia" (obra maquetada e impresa
por Litografía Santa Elena, Madrid, España, primera edición de julio 2011).
Según asegura el grafólogo José
Luis Abad y Benítez en
una entrevista sobre ese libro de reciente publicación, Jack el Destripador es
el seudónimo del asesino en serie más conocido de la historia y bajo el que se
ocultaba el inspector de Scotland Yard llamado Frederick George Abberline. El
citado grafólogo analizó la letra de las memorias del inspector y del diario
que se atribuye a un algodonero de la ciudad inglesa de Liverpool,
pero que a juicio del autor de este libro es obra de Abberline. La firma de
Abberline en sus memorias fue lo que llevó a José Luis Abad a la conclusión de
que era Jack el Destripador, tras contrastarla con la letra del diario que se
atribuye al algodonero de Liverpool, y en el que se cita en veinticuatro
ocasiones el nombre del inspector de Scotland Yard. La motivación para cometer
los crímenes, a juicio de José Luis Abad, era asesinar a su madre en el cuerpo
de las prostitutas, pues indica que era hijo ilegítimo de un hombre de la
realeza, y ya que efectivamente Abberline era ilegítimo, y que la reina
Victoria I sabía quién era el padre biológico pero ignoraba que el inspector
era Jack el Destripador.
En el libro de José Luis Abad se presentan 454 muestras
entre indubitadas (auténticas) y dubitadas, aunque "en reserva" hay
unas mil más para comprobar que el inspector de Scotland Yard Frederick George
Abberline era Jack el Destripador, de acuerdo pretende este autor, y como
motivación de los crímenes aduce –arriesgadamente- que el policía sabía que era “hijo
ilegítimo y que su padre biológico pertenecía a la realeza”. También sugiere
que su sospechoso estaba obsesionado por lograr el título nobiliario de “Sir”,
y frustrado al no haber recibido nunca tal reconocimiento.
Empero, no queda claro por qué tales disquisiciones (aunque
fueran ciertas, lo cual no está en absoluto acreditado) impulsarían al
detective a convertirse en un sádico asesino de prostitutas. Abad muestra en
ese libro 24 láminas en las que se disponen los 84 gestos tipo y escrituras
características. Nótese que el inspector, que nació el 8 de enero de 1843,
investigó todos los crímenes atribuidos a Jack el Destripador. El autor
concluye su libro con la leyenda "La escritura no miente", del
precursor de la grafología emocional objetiva, Rafael Schermann.
Esperamos que les haya resultado interesante la información n_n Muchas gracias por leer!!
Bye-bee!!
Bye-bee!!
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